Al igual que todos, los vinos también tienen su propio ciclo de vida en el que nacen, alcanzan su mayor grado de esplendor y decaen gradualmente hasta ser casi imbebibles.
Es importante conocerlo porque nos ayudará a escoger mejor los vinos, sabiendo si se encuentran en su etapa de mayor intensidad o si debemos esperar para degustarlos en todo su apogeo.
El ciclo de vida de un vino varía en función de si se trata de un vino joven, de crianza, reserva o gran reserva debido a que cada uno tiene sus propios tiempos.
Ciclo de vida de los vinos: Cada vino tiene su propio ciclo de vida, algo que es importante saber para saborearlos cuando están en la cima de sus propiedades
En el caso de los vinos jóvenes, al no haber sido envejecidos, se recomienda, por regla general, beberlos lo antes posible. Es decir, si hemos adquirido un vino de 2014, conviene beberlo como muy tarde durante este 2015 porque cuando ya lleve más de un año en circulación empezará a perder sus propiedades como los aromas y sabores frutales tan propios de este tipo de vino.
Habitualmente, los vinos jóvenes tienen un ciclo de vida de entre uno y cuatro años, siendo su cúspide durante el primer año y decayendo hasta los 4 años, cuando ya no es nada aconsejable consumirlos. Esto es válido sobre todo para los vinos rosados y blancos sin barrica, en el caso de los tintos depende de su estructura, a mayor estructura más vida, y en algunos casos pueden hasta mejorar con un poco de botella.
Por su parte, los vinos de crianza sí que han sido sometidos a un período de envejecimiento en barricas, por lo que su ciclo de vida varía considerablemente.
Los vinos de crianza acostumbran a estar en su máximo nivel de madurez cuando tienen 4 años, de manera que en este momento, es oportuno degustar los vinos de crianza de la añada 2011.
Aunque, de nuevo, depende de la estructura del vino, ya que podemos encontrar crianzas más ligeros que alcancen la plenitud en 2 o 3 años, y algunos más potentes que lo hagan en su quinto o sexto año.
Vino crianza: Los vinos de crianza alcanzan su máximo esplendor a los 4 o 5 años.
Si son de años más recientes como 2013, probablemente valdrá la pena esperar y guardarlos hasta que alcancen su cumbre, y si es más antiguo su sabor ya no será tan profundo. Los vinos de crianza suelen terminar su ciclo de vida cuando cumplen 8 años.
Por lo que respecta a los vinos de reserva, que han permanecido al menos 12 meses en barrica, llegan a su apogeo a los seis años. En función, como siempre, de su estructura.
Así, ahora podemos deleitarnos con los reservas de 2009 para poder disfrutar de sus potentes sabores y aromas.
Los vinos de reserva pueden durar hasta los 10 años, aunque hay que tener en cuenta que a partir de los 6 años comienzan su declive.
En el último lugar, se encuentran los vinos más longevos: los gran reserva, que se mantienen al menos 18 meses en barrica de roble y 42 en botella, es decir, antes de que estén en los establecimientos ya han pasado 5 años envejeciendo y mejorando sus propiedades. Estos vinos presentan su plenitud a los ocho o nueve años y se debilitan a partir de la década.
Y recuerda, los vinos que llevan más de uno o dos años embotellados agradecen un poco de oxigeno antes de su degustación, por lo que es conveniente abrirlos al menos media hora antes de su consumo. Y si llevan más tiempo sometidos al proceso de envejecimiento, es recomendable ponerlos en un decantador para favorecer a su aireación.